¿Qué es el Bullying? ¿Qué síntomas tiene el Bullying? ¿Cómo saber si mi hijo sufre Bullying? ¿Qué causa el Bullying? ¿Es posible tratar el Bullying? ¿Cómo se trata el Bullying? ¿Cómo actuar como padres ante el Bullying?
El Bullying o acoso escolar es un problema muy frecuente y se estima que entre el 15% y el 50% de los niños y adolescentes puede haberlo sufrido en algún momento.
Las situaciones de acoso escolar se dan cuando uno o varios alumnos de un mismo centro escolar golpean, insultan, se burlan o aíslan durante un periodo de tiempo prolongado a una misma persona o grupo de personas. Este tipo de conductas no siempre son detectadas por el centro, ya que no suelen hacerse delante de personal docente o adultos que puedan intervenir, con lo cual, los primeros adultos en tener conocimiento de esto suelen ser los padres.
Al ser un problema principalmente contextual podemos observar síntomas de un amplio espectro, yendo desde la ansiedad hasta la depresión.
Los menores sometidos a una situación de acoso escolar suelen mostrarse más irritables en casa sin ninguna causa aparente o en el momento de ir a clase, manifestando conductas de enfado o de retraimiento llegando en casos más extremos a manifestar autolesiones. Los comentarios más comunes en estos casos suelen ser “no tengo amigos en clase”, “no quiero ir al cole”, “se mete conmigo” o similares.
El acoso escolar es un fenómeno complejo que responde a múltiples desencadenantes; así, no hay un único elemento que lo ocasione, sino que se trata realmente de una conjunción de varios factores.
En primer lugar, y en contra de lo que habitualmente se piensa, cualquier niño puede ser objeto de acoso; muchas veces solo hace falta una excusa que propicie que se empiece a acosar a alguien.
En segundo lugar, encontramos causas que incrementan el riesgo de que un niño se vuelva acosador.
Un problema tan complejo y grave como el acoso escolar requiere tanto de medidas que eviten que se produzca, como de acciones que lo terminen tan pronto como se detecte. En el primer caso, el objetivo consiste en que el acoso nunca llegue a producirse; en el segundo, sin embargo, la finalidad es ayudar a la víctima e impedir que la agresión continúe.
Para evitar los casos de bullying, es fundamental todo lo relacionado con el proceso de educación y crianza del niño. Este proceso requiere necesariamente de la colaboración activa de padres, educadores y otros estudiantes. Se trata de generar un entorno seguro en el que los niños puedan desarrollarse sin miedo.
Más complejo es actuar cuando la agresión ya ha tenido lugar. En estos casos, es necesario trabajar tanto con la víctima como con el agresor. Al niño que ha sido objeto del acoso es necesario escucharlo y apoyarlo; puesto que suelen sentirse avergonzados, es fundamental que se sientan protegidos para que decidan manifestar el problema.
Igualmente, es imprescindible trabajar también con el niño agresor, para evitar que persista en su conducta. En estas situaciones, el primer paso es comprender qué les ha motivado a actuar de este modo; muchas veces, estas agresiones se producen como consecuencia de carencias propias, que serán las que habrá que solucionar.
Al ser una situación contextual, gran parte del trabajo iría dirigido al contexto escolar (profesores, centro y grupos de iguales) para frenar la situación de acoso, mejorando las herramientas de detección, denuncia e intervención de los integrantes de la escuela. A un nivel individual, estas situaciones suelen dejar muy dañada la autoestima de la víctima, así como sus habilidades sociales, con lo que las principales intervenciones irían en esa dirección.
En este tipo de situaciones debemos desechar actitudes que nos distancian de nuestros hijos tipo, “si te pegan defiéndete”, “llorar es de débiles” o “eso son cosas de niños” ya que sólo sirven para despreciar el problema y el sufrimiento asociado. Lo más recomendable en estas situaciones es escuchar pacientemente y prestar atención a aquello que nos dicen, dando el tiempo suficiente para que se expresen, dado que este tipo de situaciones suelen ser complicadas de explicar si no se tienen las habilidades comunicativas adecuadas.
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El TDAH actualmente se considera como un retraso en las conductas de autorregulación y se subdivide en dos dificultades diferentes; La falta de atención y de constancia, que se traduce en dificultad para mantener la atención y organizar tareas o actividades, de escuchar, de saber dónde están las cosas, finalizar tareas o motivarse en los estudios; La hiperactividad, que se entiende como una dificultad para estar sentados, quietos, callados, haciendo que sean en exceso movidos y energéticos.
Los TEA, o Trastornos del Espectro Autista, son un amplio abanico de trastornos que afectan fundamentalmente las áreas de la comunicación, la interacción social y la rigidez de comportamiento y de pensamiento.
Bajo este nombre se engloban todas aquellas conductas que tienen que ver con el “mal comportamiento”: Peleas, gritos en casa, berrinches, interrupciones constantes, agresiones, insultos, enfados frecuentes, etc.
Se refiere a las dificultades a la hora de retener la orina que, a pesar de ser un proceso madurativo, puede complicarse si se retrasa. También pueden aparecer complicaciones si las guarderías o centros infantiles no están preparados para atender estas situaciones, aunque esto es algo más contextual.
Se refiere a las dificultades a la hora de retener las heces que, a pesar de ser un proceso madurativo, puede complicarse si se retrasa. También pueden aparecer complicaciones si las guarderías o centros infantiles no están preparados para atender estas situaciones, aunque esto es algo más contextual.
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